EL MOVIMIENTO DE EMANCIPACIÓN DE LOS PACIENTES
De la misma manera en que ocurrió durante la revolución francesa, en que el pueblo se rebeló contra la monarquía y la aristocracia, se dice que hoy en día los pacientes se están rebelando contra la iatrocracia (Iatrós-médico, krátos-voluntad). Es verdad que los médicos hemos gozado históricamente de un poder irrestricto, y aunque creo que, en general, hemos hecho honor a tal prerrogativa, particularmente si se juzga por los logros en salud y por la posición que el médico ha tenido por muchos años dentro de la sociedad, también es cierto que esta falta de regulación social propició abusos en algunos casos. Hoy se percibe una creciente regulación por parte del gobierno, los pacientes, la sociedad, los medios de comunicación y los pares. Con los cambios que ha sufrido la sociedad desde fines del siglo XX, los pacientes han adquirido conciencia de sus derechos y han cambiado su comportamiento, de ser obedientes procesadores de órdenes del médico a ser participantes activos del proceso de atención. Y lo cierto es que sin la participación del paciente difícilmente se pueden obtener los logros en salud que la profesión médica quisiera: el paciente tiene que decidir cuándo acude al médico, frecuentemente a qué médico acudir, si acepta o no que se realicen determinados procedimientos y muchas elecciones más. Con el cambio social el paciente ha adquirido un mayor comportamiento como consumidor, usuario, participante, crítico y vigilante, de tal modo que los médicos nos vemos sometidos a una regulación por parte de ellos como nunca antes la hubo. Si se hicieran de lado las pasiones, corrupciones y los muchos intentos de sacar provecho indebido, esta regulación sería saludable, en la medida que el paciente se corresponsabiliza de las decisiones y el médico lo tiene que tomar en cuenta y meditar muy bien sus indicaciones. Pero lo cierto es que también los medios de comunicación han encontrado una veta al explotar los muy pocos casos en que los desenlaces del proceso de atención no resultan del todo favorables o de acuerdo con las expectativas de los pacientes y de la sociedad. Los médicos tenemos que aceptar las nuevas condiciones e insertarnos en ellas con dignidad. El asunto no es reversible. La mejor defensa que tenemos sigue siendo el arraigo en los valores y principios tradicionales de la profesión, anteponer los intereses del paciente, reconocer con honestidad los propios límites y mejorar substancialmente nuestras habilidades de comunicación.
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